Las biografías de cada uno de los cuatro miembros del equipo IKON, asesinados premeditadamente en El Salvador, tienen los laberintos propios que trae toda existencia. Aunque distintos ellos en su esencia, coincidieron en la pasión por su trabajo, en el compromiso por defender la verdad y la justicia, y en su innegable sensibilidad por las causas de los más vulnerables.
De cada una de las historias de vida de Koos, Jan, Joop y Hans bien se podría hacer una película, pues tienen los elementos que cualquier cineasta buscaría: superación, amor, adversidad, pero ante todo sobresale, en las cuatro, sin excepción, sus ganas de vivir al límite siempre que se tratara de una causa justa. Porque la lucha de estos héroes del periodismo, y su partida anticipada, no haya sido en vano, aquí está un homenaje a sus vibrantes vidas, ¡a su memoria!
“¿Quieres que te cuente qué fue lo que pasó?”
El estremecedor relato de cómo fue llevada a cabo la emboscada que terminó con la vida de los cuatro periodistas de Holanda y los guerrilleros que los guiaban. Solo un guerrillero, Martín, sobrevivió a la masacre, su testimonio fue pieza clave para reconstruir la sangrienta operación ejecutada por militares del batallón Atonal.
Jan Cornelius Kuiper Joop
"Un periodista apasionado"
Koos Jacobus Andries Koster
"¡El hecho de sobrevivir obliga!"
Hans ter Laag
"No puedo dejar de llorar y no soy una víctima"
Joop Johannes Jan Willemsen
"Nacido para entenderse con los demás"
“Todos eran bien jóvenes”
Cómo se conoció la noticia en Holanda, y en el mundo, del asesinato de los cuatro periodistas del equipo IKON. Colegas, compañeros de trabajo y familiares recuerdan el doloroso momento en el que se enteraron de la masacre de la que fueron víctimas Jan, Joop, Hans y Koos.
Recuperado de https://retazosparalahistoria.blogspot.com/2017/03/periodistas-holandeses-17-de-marzo-de.html
Koos Jacobus Andries Koster
"¡El hecho de sobrevivir obliga!"
“La obra de la liberación no puede morir”
Koos Koster se caracterizó por ser un periodista arriesgado, capaz de enfrentarse a las élites del poder con tal de llevar a cabo el trabajo que se había propuesto. Así lo recuerdan familiares, amigos y compañeros de trabajo.
Familia, infancia y juventud
Nacido el 9 de enero de 1936, Koos fue el séptimo en una familia de doce hijos -siete mujeres y cinco hombres-. El papá de los Koster fue pastor en una iglesia protestante en Sint Annaparochie, un pueblo en la costa norte de Holanda. La madre era, antes de casarse, asistente de una farmacia y luego presidenta de las mujeres de su iglesia. Todos los hijos de esta numerosa familia se destacaron en su comunidad por poseer habilidades intelectuales, aunque, a decir verdad, fueron los hombres quienes corrieron con mayor suerte con respecto a las mujeres, y lograron tener formación superior.
Su carácter argumentativo, Koos lo comenzó a formar en el lugar de estudio de su padre allí los dos sostenían largas e intensas conversaciones sobre la religión, la sociedad y la política. Tendría menos de diez años en aquel momento, pero ya estaba muy interesado en estos temas. “Trabajando sobre los temas de la Iglesia y el Estado” fue el título que le puso, el entonces niño Koos Koster, al dibujo que da cuenta de la impronta que le dejaron aquellas tertulias con su progenitor. Sin duda que, desde siempre, fue un adelantado en el análisis de las cuestiones que afectan a las comunidades.
Teólogo, periodista y enamoradizo
Koster cursó teología en una pequeña universidad protestante, donde también fue elegido representante de la asociación de estudiantes. Durante su carrera universitaria, comenzó a hacer contactos con estudiantes de otros países, pero fue un compañero sudafricano el que más logró fascinarlo. Su nombre era Allan Boesak y fue él quien se encargó de sumergirlo en el mundo del análisis político, tan marcado en esas épocas, por el debate oriente-occidente.
La amistad de Allan fue para Koos la ventana por la que escapó de su tierra a un mundo que él esperaba comprender, y ayudar a recomponer. Por eso emprendió decenas de viajes a los países de Europa del este, estuvo también por Oriente Próximo, en Israel y Palestina. Su formación y su propia sensibilidad lo hacían identificarse, en cada uno de los territorios visitados, con los grupos de personas vulnerables, con los cristianos de Europa oriental y con los palestinos en los territorios ocupados. El papel de las iglesias en el diálogo con el marxismo, así como la posición de los pueblos oprimidos, lo motivaron a trabajar durante varios años en Berlín como diácono, en la conocida casa del movimiento cristiano Hendrik Kraemer.
Después de Alemania, la brújula del destino le marcaría a Koos que debería cruzar el Atlántico. Lo que no sospechaba es que quedaría prendado, para siempre, de los vericuetos de la América Latina. Transitó por México, Argentina, Chile, Perú, y anduvo por los países más convulsionados de Centroamérica. México, además, sería el punto sin retorno para la vida profesional de Koos, pues fue donde conoció la llamada Teología de la Liberación, hizo contactos con teólogos mexicanos, brasileños y peruanos, y entonces decidió transformar su misión evangelizadora de diácono a la de periodista de denuncia.
En Chile, durante el Gobierno de Salvador Allende, comenzó a debutar como redactor de artículos periodísticos, con sus publicaciones en la revista Hora Zero. Luego incursionó en la realización de programas de radio y televisión. Koos y su esposa, la mexicana Ana María Rumayor, hicieron parte del grupo de personas que fueron apresadas en 1973, luego del golpe de Estado en Chile, en el estadio de Santiago. Allí se convirtió en testigo de ejecuciones y desapariciones de cientos de personas capturadas por el ejército bajo el Gobierno de Augusto Pinochet; esos veinte días de retención le sirvieron de fuente de inspiración para hacer una recopilación de poemas, la cual Koos bautizó Volk zonder geweren, vodjes papier uit een voetbalstadion [Personas sin armas, pedazos de papel de un estadio de fútbol].
Otro de sus escritos más representativos es el titulado Obispos, Militares y Burócratas, potencias e impotencias en América Latina, que fue el producto de sus vivencias en la lucha por poner al descubierto los abusos de poder de las élites políticas latinoamericanas; evidenciar el exceso, en el uso de la fuerza, de los militares; y combatir la injusticia y la desigualdad.
Carátulas, en holandés y español, del libro de Koos Koster
Índice del libro Obispos, Militares y Burócratas, potencias e impotencias en América Latina
Recuperado de: https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-612741959-koos-koster-obispos-militares-y-burocratas-_JM
Joos Koster describe a su hermano Koos, dejando claro que él era de aquellos seres que llevaba en la sangre un espíritu de contradictor: “Koos tenía, para aquel entonces, un enfoque único y específico, que no se ajustaba ni a la teología convencional; ni a la doctrina cristiana; tampoco se identificaba con la política de izquierda o derecha. Es que Koos ni siquiera se ceñía a los métodos periodísticos convencionales, a veces no cumplía con los estándares de objetividad y profesionalismo periodísticos, por eso a lo largo de su vida fue muy criticado. Su misión era dar voz y cara a las personas invisibles, a los hombres y mujeres marginados, esa era su manera de criticar el sistema”. Koos contó, para sus fines, con la fortuna de que IKON, la cadena de televisión holandesa progresista, le respaldara en sus empeños periodísticos. “La valiente IKON le ofreció a mi hermano suficiente espacio para desarrollar sus proyectos de acuerdo con su visión. Él fue reconocido y apreciado por todos aquellos que entendían la realidad que él quería demostrar”, reconoce Joos Koster.
Este teólogo y periodista holandés, como ya lo han reafirmado los hechos de su vida, tenía sello propio, y se lo imprimía a todo lo que hacía. Su autenticidad iba desde su apariencia misma, con su pelo desordenado y mirada analítica, hasta la manera osada en cómo llevó a cabo el cubrimiento de las exequias de monseñor Romero. Así lo refiere Roberto Cuellar, fundador del Socorro Jurídico y amigo de Koos: “Lo que yo recuerdo de esa época -ya han pasado más de 30 años- es el atrevimiento de Koos. Subió a su equipo entero a las torres de Catedral para filmar las especiales y magistrales imágenes del funeral del arzobispo Romero, que sinceramente puedo decir que esa ha sido la mayor concentración de gente que se ha visto en El Salvador, desde hace mucho tiempo, en la historia del país. Asesinatos, torturas, ajusticiamientos durante los ochenta, toda esta serie de relevantes hechos de El Salvador fueron captados en esa película titulada Revolución o Muerte, realizada por Koster y su equipo”.
Koos y Monseñor Romero
Tanto Joos Koster como Roberto Cuellar no dudan en afirmar que, para Koos, el arzobispo Óscar Romero fue guía y fuente de inspiración. “Monseñor Romero le dijo a mi hermano que los periodistas tienen un trabajo sagrado, que es difundir la verdad. Me pregunto ¿Qué fue lo que Koos escuchó en ese consejo? Quizás, para él, más allá de la miseria y las lágrimas, ese consejo alentó un deseo profundo de ir más allá de la teología, de la ideología y de la convención profesional. En mi opinión, eso lo marcó”, analiza Joos. Asimismo, Cuellar recuerda que periódicamente Koos visitaba a monseñor Romero: “Creo que tuvo una relación muy cercana, que el arzobispo le otorgaba a pocos periodistas. Solían bromear entre ellos y hablar mucho de los temas que afectaban a la sociedad en el país”.
Koos Koster, además, tenía su propia frase de batalla, la cual adoptó después de ser liberado del campo de concentración de Pinochet. Aquella frase, incluso, es el epitafio de su tumba. La lápida que acompaña su sepultura tiene una imagen, hecha por su hermana Anna, que representa el relato bíblico de “Raquel que llora por sus hijos” y al lado el lema con el que Koos batalló “¡El hecho de sobrevivir obliga!"
Jan con su característica sonrisa. Obtenido del
archivo personal de Gert Kuiper.
Jan Cornelius Kuiper Joop
"Un periodista apasionado"
Infancia, familia y formación
Jan, que nació el 19 de marzo de 1942 en la ciudad de Assen, capital de la provincia de Drenthe, en el Reino de los Países Bajos, era hijo de un empleado de una notaría y su madre se dedicaba a los quehaceres del hogar. Era, además, el segundo de cuatro hermanos, en una familia para la cual la Iglesia Reformada jugaba un papel importante. Sus hermanos eran Jaap (1940-1994), oficial de comunicación y redactor; Henk (1946-2016), asesor de seguros; y Gert (1953), oficial de programas de ayuda para el desarrollo.
De los cuatro, solo uno está vivo: Gert. Es él quien ha comprometido hasta el último día de su existencia en luchar por conseguir que se haga justicia en el caso de la emboscada que le quitó la vida a su hermano y a los demás compañeros de trabajo. Gracias a Gert, el caso IKON fue reabierto, pues él firmó el poder a los abogados salvadoreños que interpusieron la denuncia, acción que hoy mantiene viva la esperanza de hacer justicia para los cuatro periodistas. De Gert hay que añadir que, de un modo u otro, siguió en algo los caminos de su hermano, pues constantemente viaja a países de Centroamérica para trabajar en el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de estos territorios, los mismos por los que su hermano trasegó hasta perder la vida.
Gert describe a su hermano como un ser introvertido, que amaba la literatura, la cultura, el buen cine y la música, sobre todo la clásica: “Mi hermano fue una persona muy inteligente y tuvo esa curiosidad necesaria para poder trabajar como periodista. Jan no podía tolerar la injusticia social, un rasgo originado en nuestra educación cristiana. Una vez se hizo adulto, se distanció de esa educación, pero los valores ya le habían quedado marcados”.
Después de la educación secundaria, Jan empezó a escribir reportajes para varios medios de la prensa holandesa. Lo hizo para el Drentse y Asser Courant; el Nieuwe Rotterdamse Courant; y el Arnhemse Courant. Luego trabajó en el Nieuwsblad van het Noorden. En 1969 comenzó a trabajar como corresponsal en Alemania Occidental, con sede en Bonn-Bad Godesberg, particularmente para las cadenas cristianas de radio y televisión de Holanda, como lKRO, NCRV y, especialmente, con IKON.
Vena de reportero
Los colegas y familiares de Jan coinciden en asegurar que, a medida que él iba obteniendo mayor experiencia en la reportería, sobre todo al volver de Alemania, comenzó a direccionar sus intereses hacia la denuncia de violaciones de los derechos humanos. Según su hermano Gert, “a lo largo de los años cambió, cada vez más, su campo de trabajo a aquellas áreas fuera de la Europa Occidental, donde se violaban los derechos humanos. Hizo informes y reportajes de los cuales las personas oprimidas tuvieron una voz, independientemente de sus puntos de vista políticos o religiosos”.
Fue en esos grupos de interés por la denuncia social que conoció a Koos Koster, con quien trabajó en varias ocasiones. Koster, teólogo de base, ya tenía una fama adquirida por su actitud radical en la lucha por el respeto a los derechos humanos en América Latina. Junto a Koster, conoció a grandes defensores de derechos humanos como Ignacio Ellacuría y Marianela García Villas, de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador. Pero sin duda, al igual que para Koster, su gran héroe era monseñor Óscar Arnulfo Romero.
El cumpleaños que nunca fue
En 1982, Jan emprendió su tercer viaje a El Salvador. Según Gert, su hermano era consciente de los peligros a los que se estaba enfrentando: “Me comentó que haría equipo con Koster en un reportaje que consistía en sobreponer dos historias: la de una familia viviendo en la capital, bajo control del ejército salvadoreño, y la de una familia en el campo de Chalatenango, territorio controlado por la guerrilla. Fue la persistencia en su profesión lo que llevó al equipo completo a irse, ese 17 de marzo de 1982, a filmar la parte concerniente a la familia que vivía en zona rural, desconociendo que ese sería su último trabajo de campo”.
Por esos días, Gert estaba en Madrid, España, donde trabajaba en un internado de un colegio. Allá había leído en la prensa que cuatro periodistas holandeses, entre esos su hermano, habían sido sometidos a interrogatorios realizados por la Policía de Hacienda el 11 de marzo. Enterarse del hecho fue fácil porque todos los grandes periódicos registraron el suceso con la foto del equipo volviendo del interrogatorio, imagen que se volvió icónica para el caso, por ser la única en la que aparecen los cuatro y porque evidencia el momento en el que, probablemente, ya estaban firmadas sus sentencias de muerte. El sometimiento al interrogatorio preocupó mucho a Gert por la seguridad de su hermano. Días después, el 18 de marzo, confirmaría que sus temores no eran infundados: a su hermano le habían arrancado la vida en una emboscada planeada por la Fuerza Armada salvadoreña.
Jan se fue de este mundo dos días antes de cumplir cuarenta años. Ya tenía planeado, a su regreso a Holanda, hacer una fiesta para conmemorar su cumpleaños y le había dicho a familiares y amigos que pronto se encontraría en Ámsterdam para la celebración. Gert ya tenía separada la fecha para el festejo con su hermano; sin embargo, el reencuentro fue de un modo muy distinto al motivo original. “Guardo buenos recuerdos de Jan, un hermano sensible, inteligente y motivado. El asesinato de Jan causó una herida profunda en mi vida que nunca ha sido completamente curada. Todavía lo extraño, me pregunto: ¿Cómo se habría desarrollado? ¿Qué intereses compartiríamos juntos: desarrollos políticos, arte, música, literatura? En lugar de festejarle sus cuarenta años, me tocó atender el funeral de mi hermano”.
Joop Willemsen con una de sus cámaras preferidas. Recuperado de: http://marcialteniarazon.org/en/galeria/relatos/caso-periodistas-holandeses
Joop Johannes Jan Willemsen
"Nacido para entenderse con los demás"
Del día de su muerte al de su nacimiento
“Estamos aquí para conmemorar el asesinato de cuatro periodistas que iban desarmados. Honramos estos muertos y los miles de muertos en El Salvador. La gente de El Salvador prevalecerá, espero. Soy el padre de Joop Willemsen”. Con estas palabras, Gerrit Jan Willemsen abrió el servicio religioso con el que tuvo que despedir a su hijo. Allí, en el centro de Ámsterdan, diez días después del asesinato de Joop, Gerrit pronunció con dificultad estas palabras frente al ataud de su hijo, y el de los otros tres compañeros suyos.
Cuarenta y cinco años atrás, un 31 de mayo de 1937, siempre en Ámsterdam, Joop había llegado a este mundo. Fue el segundo hijo de Gerrit Jan Willemsen y Dina Savonije. Su hermana mayor había nacido en 1929; luego de Jan, llegó otro hermano varón, en 1945; y en 1950 nació la hermana menor de los Willemsen. Sus familiares señalan que, debido a la diferencia de edad, los niños crecieron con bastante independencia el uno del otro.
Sus pasiones: el cine y la navegación
Durante la Segunda Guerra Mundial, el joven Joop creció en Ámsterdam; corrían tiempos difíciles y angustiosos para toda Europa. A medida fueron pasando los años, Joop se distinguió por tener un espíritu independiente y aventurero. Después de la escuela primaria, dejó la educación superior por uno de sus sueños: Joop quería formarse como marinero. Su hermano Gert Jan Savonije (usa el apellido de la madre) recuerda que Joop era poseedor de un deseo enorme por explorar el mundo, y volverse hombre de los océanos fue una iniciativa que gozó, en parte, de la bendición de sus padres.
Así ocurrió que Joop logró hacerse a la mar, después de adquirir su formación como marinero en un barco de entrenamiento llamado Pollux. Comenzó embarcándose en buques de carga, de aquellos que son llamados en su país “transporte marítimo salvaje”, por carecer de regularización y llevar cualquier tipo de carga. Fue de este modo que el intrépido Joop comenzó a hacer realidad su sueño de viajar, pasaba meses lejos de su casa surcando los océanos del mundo y saciando su espíritu aventurero.
Pero Joop Willemsen también tenía otra gran inquietud, ya que le fascinaba el cine. En sus viajes, de hecho, comenzó a hacer sus primeras filmaciones como aficionado. Alrededor de 1955, hizo grabaciones en Hong Kong con su videocámara de 16 milímetros. Lo que captó en esa cinta fue realmente histórico, pues en ese momento aún no había las altas torres de edificios, de manera que registró el antiguo Hong Kong, con sus casas de baja altura, pobres, en mal estado, y los juncos chinos en el puerto. Sus familiares y amigos recuerdan esta grabación por dos razones: la primera es que, de regreso a Ámsterdam, las cintas de la película sufrieron alteraciones en su procesamiento, lo cual les dejó un fuerte olor a acetona, que impregnaba toda la casa. La otra razón del inolvidable debut de Joop como camarógrafo fue la extraordinaria calidad de sus imágenes, acompañadas de títulos; con una producción básica, mostró que también era dueño de un gran talento para producir cine.
Poco a poco, su interés por la producción audiovisual fue en aumento, de tal manera que se matriculó en la Academia de Cine de Ámsterdam. No obstante, en su caso cabe la frase popular de que “la práctica hace al maestro”, con lo cual adquirió rápidamente las destrezas de un camarógrafo profesional. Inicialmente trabajó para la televisión holandesa en NTS. Con el tiempo, se desempeñó como camarógrafo independiente para diversas cadenas holandesas de televisión, a menudo haciendo grabaciones en zonas de desastre y de guerra.
Pero Joop nunca dejó del todo la navegación; por eso acostumbraba, en las vacaciones del verano europeo, hacer largas travesías. Así lo confirma Yata Matsuzaki, la mujer japonesa con quien mantuvo una larga y estable relación. Ella era más que su novia en el momento de su homicidio. “Estaba fascinado por la naturaleza y sus elementos, por eso aprovechaba cada oportunidad para salir a navegar. Uno de sus grandes sueños era navegar alrededor del mundo en un catamarán conmigo”, recuerda.
En cuanto a los intereses de Joop por los asuntos sociales y la política, Yata aclara que esto no era solo por su trabajo, ya que el camarógrafo holandés genuinamente tenía especial sensibilidad por esos temas. “No en vano acompañó a Koos para hacer el reportaje sobre el primer aniversario del asesinato del arzobispo Romero en 1981. Pero dicho esto, me gustaría hacer hincapié en que Joop no era un periodista sensacionalista de guerra. Lo que él más amaba era navegar. Es que él era un hombre muy equilibrado, yo diría que muy robusto física y mentalmente”, afirma.
El viaje sin regreso
Yata recuerda también cuando Koos Koster le pidió a Joop que fuera a El Salvador en 1982: “Él accedió a ir sin ninguna duda. En el momento de su muerte tenía poco menos de cuarenta y cinco años, estaba en el mejor momento de su vida. Cuando pienso en eso, quisiera tener la certeza de que la justicia es universal y que van a defender lo que es justo, como un deber moral, no sólo para Koos, Jan, Hans y Joop, también para todas las víctimas y sus familias en El Salvador. Espero que persigan al culpable y que lo lleven ante la justicia. Me gustaría expresar mi sincero reconocimiento a todas las personas que están impulsando con eficacia el caso y dar las gracias por sus esfuerzos cada vez más perseverantes”.
El plan que tenían Joop y Yata era el de casarse en Cuernavaca, México, donde ella estaba esperando a que terminara su trabajo en El Salvador. Habían cumplido una década de haberse conocido y ocho de estar viviendo juntos. “Por desgracia”, dice ahora con nostalgia la japonesa, “mi novio no llegó al matrimonio. Joop era mi alma gemela. Simplemente lo amo. La última conversación que tuvimos fue un día antes de su muerte, el 16 de marzo de 1982, cuando me llamó para felicitarme por mi cumpleaños. Lo que me habló nunca lo olvido, él me dijo que aún no estábamos juntos, pero que al menos estábamos bajo el mismo cielo”.
Hans ter Laag
"No puedo dejar de llorar y no soy una víctima"
“En esas pocas semanas que estuvo ahí, él cambió como persona”
Hans ter Laag era quien se encargaba del sonido en el equipo IKON, también era el más joven de los cuatro. Lo que jamás hubieran sospechado sus allegados, es que ese primer y único viaje a El Salvador, le llevaría a una profunda reflexión sobre las grandes desigualdades, que viven las sociedades en conflicto, en los llamados países en vía de desarrollo.
Sus misivas
“Memorias de mis cartas” podría ser un título apropiado para la biografía de este este joven holandés, camarógrafo y sonidista, que fue asesinado junto a sus compañeros de trabajo en El Salvador. Su primer y único gran viaje a Centroamérica le permitió transmitir a sus seres queridos los sentimientos que embargaban su alma ante los horrores que tenía que presenciar a diario en las tierras salvadoreñas. Las cartas que le envió –y que ella aún conserva– a su novia, Jaqueline Bouma, fueron reveladas en el documental A Sangre Fría de ZEMBLA y son un valioso aporte para conocer las reflexiones de Hans. Otro insumo clave para reconstruir su vida es el libro Niet meer stil [No más silencio], escrito por su hermana Saskia en 2014, al igual que los aportes de Sonja, otra de sus hermanas.
“Una bala perdida no es algo extraño en un país en guerra, pero ¿Cómo algo así podría asesinarte deliberadamente?”. Esta frase, escrita por Hans y que Jaqueline lee, frente a la cámara, permite deducir que, a pesar de su juventud, los temas sociales de la convulsionada tierra centroamericana no le eran indiferentes a Hans. “Llevábamos más de tres años juntos, pero lo conocí un año o dos antes. Cuando me dijo que se iba a El Salvador, ni él ni yo sabíamos cuánto lo afectaría; creo que porque, al inicio, pensamos que solo era un trabajo”, asegura Jaqueline a ZEMBLA.
A Hans le arrebataron la vida cuando apenas tenía veinticinco años. Como dice la frase coloquial, “tenía toda la vida por delante”. El gusto por la producción audiovisual lo heredó de su papá, Piet ter Laag, hombre indonesio, quien luego de la independencia de su país regresó con su familia a Holanda. Allí conoció a la que sería su esposa, una holandesa que había estudiado en un buen liceo, a la que le gustaba montar a caballo y tocar el piano, y que luego se convirtió en la madre de sus hijos. “Después de unos años, mis abuelos y papás viajaron a Surinam cuando aún pertenecía a Holanda. En 1954 nació mi hermana mayor, luego llegó Hans, el 13 de enero de 1957, en Bloemendaal, porque mis papás ya estaban de regreso en Holanda. Después se mudaron a Nueva Guinea. A Hans siempre le generó algo de frustración ser el único, de los cuatro hermanos, que no nació en una zona tropical. Ese fue un tiempo feliz, allí nació mi hermana Marijke y yo (Saskia). Mi papá, Piet, hacía excursiones adentro del país como camarógrafo, en una expedición a la nieve encontró a los papúes, que hasta ese momento no habían visto gente blanca”, recuerda Saskia en su libro Niet meer stil [No más silencio]. Valga la pena decir que Piet ter Laag gozó de gran reconocimiento por su trabajo y, de hecho, hace parte del grupo de fotógrafos y camarógrafos legendarios de Holanda.
Sonja, la hermana mayor de Hans, coincide con Saskia en que esos años en Nueva Guinea fueron de mucha felicidad para todos los hermanos ter Laag: “Fue un tiempo lleno de momentos felices debido a la belleza del país y al maravilloso clima. En sus primeros años de vida, Hans era un niño muy dulce, sensible e inteligente. Amaba el ajedrez, la música, tocar guitarra eléctrica. Le fascinaba la música de Jimi Hendrix, Neil Young, entre muchos otros músicos”.
“Mi hermano y yo tuvimos una relación muy estrecha, especialmente en la juventud. Cuando Hans tenía diez años y yo tenía doce, nuestros padres se divorciaron. Esto fue un golpe impactante para nosotros y algo decisivo para nuestro desarrollo. En esos años, finales de los sesenta, nos apoyamos mutuamente, en ese tiempo estuvimos muy cerca”, recuerda Sonja.
Los años grises
Cuando sus padres se separaron, Hans decidió quedarse con su papá, pues con él ya había comenzado una trayectoria como auxiliar de cámara y de sonido en los viajes de trabajo del viejo Piet. Aunque tan pronto como cumplió sus 18 años, dejó de vivir con su padre y comenzó una etapa muy turbulenta de su vida. Con tono melancólico, Sonja se refiere a ese tiempo tormentoso de la vida de su hermano: “Hans dejó la escuela muy temprano y, sin ningún diploma, trató de conseguir un trabajo. Cuando tenía unos diecinueve años, tuvo un tiempo muy difícil, vivía en albergues para personas sintecho, usó drogas, su condición mental era mala y muy triste. A veces trabajaba como voluntario en un centro comunitario. Con la llegada de Jacqueline, su novia, él pudo comenzar a equilibrarse, decidió hacer un estudio de fotografía, redireccionó su vida y comenzó a preocuparse por su futuro”.
Jan Fenteis, amigo de Hans, y quien participó en el libro de su hermana Saskia, dijo que Hans en sus cartas describió el dolor y sufrimiento que vivió en El Salvador, y deduce que lo que él buscaba hacer era dar a conocer esa situación al mundo: “Hans era un chico con mucha vida, era alegre, aunque a veces melancólico. Algo característico de él era su fuerza de voluntad, tenía la capacidad de siempre seguir adelante, aunque a veces no le fuera tan fácil hacerlo. Tenía afán de luchar contra la injusticia, tal vez por eso tomó la decisión de ir a El Salvador, sabiendo que no le iba a ser fácil. Él siempre tenía prisa y quizá uno no se daba cuenta que lo que le pasaba era que no tenía mucho tiempo”
Lejo Shenk, en su calidad de editor jefe en IKON, recuerda que Hans ter Laag llegó a la cadena por recomendación de Joop Willemsen, con el que ya había trabajado en una producción anterior: “Joop era algo así como el tutor de Hans. Era joven y se le notaban las ganas de querer hacer ese trabajo. Yo lo veía con muchas ansias de hacer el viaje a El Salvador, rápidamente se involucró en los temas sociales, políticos y militares que se movían en el país centroamericano; todo lo que ocurría allí comenzó a generarle mucha inquietud, probablemente eso lo llevó a que se pudiera acoplar con facilidad al equipo. Lo vi pocas veces, pero puedo decir que me pareció muy simpático, amable y tenía un halo encantador. Con lo poco que interactuamos, y lo que me había comentado Joop, era evidente que Hans ya había pasado por algunas experiencias fuertes, se le notaba que quería darle un cambio a su vida… y aceptó ser el encargado del sonido”.
Misivas angustiosas
Su novia confirma lo dicho por Lejo, al señalar que Hans veía en su amigo Joop una figura paterna, con la cual amaba trabajar, tal vez rememorando sus inicios al lado de su padre Piet. Asegura que Hans sabía hacer muy bien cámara, pero convertirse en ingeniero de sonido era lo que realmente quería. Las dos cualidades con las que Jaqueline define a Hans a la hora de trabajar son ambición y emprendimiento.
En la primera carta que le escribió Hans, al llegar a El Salvador, la puso al tanto de la situación con la que se encontró, y le pidió mantener la calma: “Hola Jaqui, ya estamos en El Salvador. Es miércoles 24 de febrero. Los soldados juguetean, como niños, con las ametralladoras, nos asustan cuando estamos grabando, lo cual no nos hace mucha gracia. No te preocupes mucho. Un abrazo, un beso, nos vemos pronto. Te quiero, Hans”.
Las despedidas de las cartas de Hans siempre mantenían la esperanza de poder contar en persona a los suyos de lo que tuvo que ser testigo. En las líneas angustiosas que le escribe a su novia, en otra carta, le reitera que, al volver, le contaría más detalles de la pesadilla que se vivía diariamente en El Salvador: “Cariño, voy a decirte algo: hoy hemos grabado lo peor de lo peor. Llevo horas llorando. Estoy seguro de que no voy a poder dormir por todo lo que me han contado. Mujeres que han perdido a sus esposos y fotos de jóvenes torturados. Jacq no puedo describirlo. Te lo contaré cuando vuelva. Pero me dan miedo estas cosas. Esto no está bien. No puedo parar de pensar en ello”.
Lo que se sabía era que, a su regreso, además de ahondar en sus vivencias, Hans ya tenía un nuevo destino laboral. Comenzaría a trabajar, como camarógrafo, en el canal de la televisión holandesa TROS (Televisie Radio Omroep Stichting). Sonja revela cuál era el plan que tenía su hermano: “Me dijo, que cuando llegara de El Salvador, pensaba trabajar en TROS alrededor de dos años, luego buscaría independizarse y trabajar freelance”.
De El Salvador a la eternidad
En San Salvador Hans conoció al también experimentado periodista Jan Schmeitz, quien hoy es uno de los luchadores por la justicia en el caso del infame crimen contra sus colegas y compatriotas. Jan recuerda, entre algunas risas, que Hans, por ser el más joven, llamaba mucho la atención de las salvadoreñas. “Recuerdo”, dice, “que la recepcionista del hotel, que era mi amiga, cuando pasaba Hans me miraba y decía ‘Qué guapos que son los holandeses, ese amigo tuyo´, yo reía. Tengo que decir que yo no hablaba mucho con él, pero me impresionó que, a pesar de su juventud, y de que era la primera vez que iba a Centroamérica, no era tímido. Era lo que yo llamo ‘un ser socialmente hábil’, no como los jóvenes de hoy, que con lo que socializan es con internet, con una máquina”.
El anticipo de su partida definitiva se lo escribió Hans a su amada Jaqueline, para contarle secretamente a dónde iría aquel 17 de marzo: “Querida, este miércoles los guerrilleros nos llevarán a la zona liberada, vamos a Chalatenango, donde se libra la lucha armada. Es un viaje muy peligroso y tiene que ser secreto. Si todo va bien volveré el domingo o lunes. Te llamaré en cuanto pueda. Cariño, te quiero y tendré muchísimo cuidado. Te quiero mucho, muchos besos y abrazos de tu Hans”.
Pero la carta más desgarradora, con la que Hans dejó su huella en este mundo, fue aquella en la que suplicaba romper con la indiferencia, ante la realidad tan adversa que vivía el pueblo salvadoreño en la década de los ochenta. Con esas líneas, publicadas por ZEMBLA, Hans dejó su legado a quienes lo conocieron en vida, y un valioso mensaje para las nuevas generaciones. Así se despidió, y trascendió de este mundo, el joven Hans ter Laag: “Lo que está pasando es horrible ¡Por Dios!, tomemos nota y hablémoslo con nuestros seres queridos. Estoy viviendo esto de cerca y es increíble. Me está matando. No puedo dejar de llorar y no soy una víctima. Pensad en esas personas. Se lo pido a todo el mundo. Piensen en ellos. Confía en mí, Hans”.