Comunicación humanizadora Versus Comunicación deshumanizadora en Mons. Romero

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Los medios de comunicación humanizan cuando sirven al cultivo y salvaguarda de la dignidad humana. Realizan esa misión al promover – entre los hombres y mujeres – la conciencia de su propia dignidad y el respeto a la diferencia.

Podemos considerar a Monseñor Romero como un comunicador que inspira hacia una práctica humanizadora de la comunicación e interpela aquellas formas de comunicación deshumanizadoras. Humanizó la comunicación en tanto que a través de su palabra los clamores y esperanzas de los pobres se hicieron presentes en la opinión pública, la conciencia crítica se desarrolló y la verdad de lo que ocurría en el país logró salir a luz. Asimismo, criticó fuertemente a lo que podríamos llamar una comunicación deshumanizadora expresada – según Monseñor Romero – en la corrupción de la prensa (producto de su alianza oficiosa con el poder), en su función legitimadora de un status social injusto y en el encubrimiento de la realidad mediante la desinformación, la manipulación o la mentira sin más.

1. La comunicación que deshumaniza

Es el uso de los medios para bloquear a la comunidad y menoscabar el bien integral de las personas alienándolas o aislándolas. Esto ocurre cuando los medios favorecen la hostilidad y el conflicto, el etnocentrismo y la cerrazón a lo diferente, la desinformación y el encubrimiento (la mentira), la discriminación (por motivos de género, social, religioso e ideológico) y la pasividad del perceptor. También ocurre cuando los medios de comunicación apoyan o promueven: sistemas económicos orientados a la codicia y la acumulación, a los políticos demagogos, la superficialidad de vida, el excesivo consumismo y la indiferencia ante el sufrimiento humano.

Monseñor Romero consideraba que la deshumanización de los medios tenía expresiones y consecuencias concretas que afectaban negativamente a la gente, a los comunicadores y a los mismos instrumentos de comunicación. Veámoslo:

(a) El ocultamiento de la injusticia contra los pobres

«Cuando hemos querido publicar algo que toque las estructuras económicas, encontramos la oposición de los mismos anunciantes. Yo mismo fui desterrado de un periódico donde los anunciantes dijeron que no convenía que escribiera en el periódico. Con esta libertad, ¿cómo vamos a abrir las páginas de los periódicos o los micrófonos de la radio y la televisión? (…) ¿Cuándo han visto ustedes publicado un editorial de nuestros medios de comunicación tocando esta llaga de nuestra sociedad?» (Homilía, 14 de octubre de 1979).

«Las minorías económicamente poderosas pueden organizarse en defensa de sus intereses minoritarios y, muchas veces, con desprecio de los intereses de la mayoría del pueblo. Ellos (los poderosos) pueden montar campañas publicitarias hasta de oposición al gobierno; ellos pueden influir en piezas importantes de la legislación (…) Mientras que otros grupos, en la base del pueblo, sólo encuentran dificultades o represión, cuando quieren defender organizadamente los intereses de las mayorías» (Tercera Carta Pastoral, 1978).

(b) Cerrazón de los medios a la angustia del pueblo

«Por qué han estado ocupadas la catedral, la Iglesia de El Rosario, Cojutepeque, Apopa, Suchitoto, Aguilares… y quién sabe cuantas más. Ellos tienen que buscar dónde dar escape al grito de la angustia del pueblo que no encontrándolo en canales normales, busca expresiones anormales. Como cuando un tumor no tiene salida, explota por cualquier lado (…) Al gobierno le toca poner los cauces adecuados para que se oiga la voz del campesino, del obrero, del que tiene necesidad. Pero van a la asamblea Legislativa y no se les quiere escuchar; van a los ministerios y se les trata como gente de segundo orden; van a todas las instancias que deben servir al pueblo y los marginan, no los escuchan. Creo que si hubiera cauces normales no habría ocupación de templos. Gran parte de la culpa de la ocupación está en el gobierno. Culpa también – y en mucha parte – la tienen los medios de comunicación social. No se prestan a la voz del pueblo. No hay lugar para los reclamos en la prensa (…) Para ellos no hay lugar muchas veces ni en campo pagado; la Iglesia ha experimentado, con el pueblo, esa marginación. ¡Cuántas cosas hemos querido publicar! Y no hay lugar, porque ofende a la opresión y a la represión a la que se hacen serviles. Muchos medios que deberían servir a la verdad y a la libertad no lo hacen» (Homilía, 2 de septiembre de 1979).

(c) La manipulación de la noticia

«La noticia es manipulada, se silencian hechos graves que comprometen a la oligarquía, se tergiversan las noticias relacionadas con la represión y la víctima es presentada como culpable (…) Para qué decir más. La verdad se oculta, no se dice en El Salvador. Lo he denunciado muchas veces. He subrayado que la prensa debería ser instrumento al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad. ¡Qué poder se pierde y se pone al servicio de la opresión y de la represión»! (Homilía, 15 de febrero de 1980).

(d) La corrupción de la prensa

«Es una lástima, hermanos, que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad» (Homilía, 2 de abril de 1978).

(e) La verdad oprimida

«Quiero decir que esos medios maravillosos como el periódico, la radio, la televisión, el cine, donde grandes masas humanas están comunicando un pensamiento, muchas veces son instrumentos de confusión. Esos instrumentos, artífices de la opinión común, muchas veces se utilizan manipulados por intereses materialistas y así se convierten en mantenedores de un status injusto, de la mentira, de la confusión: se irrespeta uno de los derechos más sagrados de la persona humana, que es el derecho a estar informado, el derecho a la verdad (…) No todo lo que está en el periódico, no todo lo que se ve en el cine o en la televisión, no todo lo que nos dice la radio, es verdad. Muchas veces es precisamente lo contrario, la mentira…» (Homilía,7 mayo 1978).

2. La comunicación que humaniza

Los medios de comunicación humanizan cuando sirven al cultivo y salvaguarda de la dignidad humana. Realizan esa misión al promover – entre los hombres y mujeres – la conciencia de su propia dignidad, el respeto a la diferencia, el rol de la audiencia como sujetos de la comunicación. Humanizan, facilitando la participación informada de los ciudadanos en los procesos políticos, promoviendo la ciudadanía plena (crítica, creativa, cuidadora), posibilitando que sus audiencias puedan pasar de la ignorancia al saber, de la mentira a la verdad (dimensión epistemológica). Humanizan, cuando concretan una verdadera comunicación entre medios y audiencias (dimensión bidireccional de la comunicación). Cuando hacen central la realidad de las mayorías y buscan ser voz informativa, analizadora, comentadora de aquellos a quienes no se les permite informar (dimensión ética). Cuando la comunicación se pone al servicio de la justicia y en contra de la injusticia (dimensión práxica).

Así como concreta es la deshumanización, concreta también tiene que ser la humanización de los medios. Monseñor Romero historizó la comunicación social al servicio de la persona humana, de una manera poco usual y muy eficaz, aunque riesgosa. Lo hizo, poniendo los modestos medios de comunicación con que contaba al servicio de la verdad, de los pobres y de la formación de la conciencia crítica de las mayorías. Él lo explicaba de la siguiente manera:

(a) La opción por la verdad

«Muchas veces no quisiéramos creer la verdad, molesta la conciencia; pero la verdad aunque moleste hay que aceptarla y hay que querer creer en ella para que el Señor nos bendiga siempre con esa libertad de quien ama la verdad y no vende la verdad, la pluma, la voz, el medio de comunicación al mejor postor, al que da más dinero, al interés, al materialismo. ¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es lo que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras, pero vale más ser libre en la verdad, que tener mucho dinero en la mentira» (Homilía, 7 de mayo de 1978).

«Si cuentan con todos los medios de comunicación, ¿qué estorbo puede hacer una emisora y un pequeño periódico? La justicia es nuestra fuerza, la verdad es lo que hace grande la pequeñez de nuestros medios. Por eso se les teme» (Homilía, 8 de octubre de 1978).

«Un periodista o dice la verdad o no es periodista. Quiero agradecer por esto a la Agencia Periodística Independiente (API), que ha tenido la amabilidad de recoger mi homilía de la semana pasada y darle amplio lugar. Creo que son cuatro páginas enteras, cosa extraordinaria, ya que podemos decir aquí nadie es profeta en su tierra. Mientras veo mis pobres homilías publicadas hasta en inglés, en francés, fuera del país, y me las mandan, yo en el país no encuentro eco en nuestra prensa de lo que decíamos anteriormente, que debía dar testimonio de la verdad» (Homilía, 29 de julio de 1979).

«La verdad físicamente puede ser muy débil como el pequeño David; pero por más grande, por más armada que se ponga la mentira, no es más que un fantástico Goliat que caerá por tierra bajo la pedrada de la verdad» (Homilía, 2 de marzo de 1980).

«No le tengamos miedo a quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor de los pecados: traicionando la verdad y traicionando al pueblo» (Homilía, 25 de noviembre de 1979).

(b) Voz de los que no tienen voz

«Todos saben como fue destruida la planta de esta emisora al explotar una bomba puesta por un grupo de ultraderecha. Este nuevo atentado es una grave violación a la libertad de expresión. Con este atentado se pretende querer callar a la voz profética y pastoral de la arquidiócesis, precisamente porque está tratando de ser voz de los que no tienen voz (…) porque ha denunciado la sistemática violación de los derechos humanos, porque ha estado tratando de decir la verdad, defender la justicia y difundir el mensaje cristiano que desde la época de Jesús escandalizó a los poderosos de su tiempo, y como ahora, también, sólo fue escuchado y aceptado por los pobres y sencillos» (Homilía, 24 de febrero de 1980).

«Estas homilías quieren ser la voz de este pueblo, quieren ser la voz de los que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz que encontrará eco en aquellos que, como dije antes, amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo» (Homilía, 29 de julio de 1979).

«Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello de los derechos humanos. Que se haga justicia, que no queden tantos crímenes manchando a la patria (…) Que se conozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas» (28 de agosto de 1977).

(c) Formación de la conciencia crítica

«De ahí que el hombre crítico sabe depurar para no envenenarse con todo lo que cae en sus manos. Esta es la conciencia que se quiere despertar hoy en el día de la comunicación social, que tengamos lectores del periódico críticos; que sepan decir esto es mentira (…) Ser críticos es una de las características necesarias de hoy y por esa conciencia crítica que la Iglesia trata de sembrar, es por lo cual la Iglesia está teniendo conflictos muy serios porque los intereses, naturalmente dominadores, quisieran mantener adormecida una masa y no tener hombres críticos que sepan discernir entre la verdad y la mentira. Y yo creo que nunca como ahora había existido en el mundo, sobre todo en nuestro ambiente, una lucha, diríamos a muerte, entre la verdad y la mentira. A esto se reduce el conflicto de la hora actual: la verdad y la mentira. No olvidemos que Cristo dijo esta palabra: ‘La verdad os hará libres’. Busquemos siempre la verdad» (Homilía, 7 mayo de 1978).

«Quiero insistir en esto, hermanos, porque creo que lo que hoy más necesita un salvadoreño maduro es sentido crítico. No estén esperando hacia donde se inclina el obispo, o qué dicen otros, o qué dice la organización. Cada uno debe ser un hombre, una mujer crítica. ‘Por sus frutos se conoce el árbol’. Miren qué produce y critiquen de acuerdo con las obras: al gobierno, a la organización política popular, al partido político, al grupo tal. No se dejen llevar, no se dejen manipular. Son ustedes, el pueblo, el que tiene que dar la sentencia de justicia a lo que el pueblo necesita» (Homilía, 16 de diciembre de 1979).

El mundo de la comunicación, en la sociedad contemporánea, sigue estando ante dos caminos que enrumbarán en una dirección u otra: puede comunicar verdad y defender a las mayorías oprimidas (esto es lo que hizo Monseñor Romero), o puede encubrir la verdad, defendiendo a las minorías opresoras (esto es lo que hacen la mayoría de medios grandes). Los medios de comunicación social tienen que elegir entre la verdad o la mentira, entre humanizar o deshumanizar. Es ciertamente una opción con implicaciones trascendentales, ya que los medios de comunicación han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Monseñor Romero – a través de sus medios y desde su vocación cristiana – optó por la humanización: comunicó la verdad de lo ocurría en el país, fue voz de los que tenían oprimida su voz y él mismo fue y desarrolló conciencia crítica en la sociedad salvadoreña. Esto – en gran medida – hizo de Monseñor Romero un maestro de la fe, un dignificador del pueblo, un humanizador de la realidad y un profeta de la justicia. Pero también hizo ver la posibilidad real de contar con medios de comunicación social que puedan constituirse en instrumentos al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad.

* Comunicador salvadoreño

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